ARQUETIPOS
PRIMARIOS

“Los arquetipos son formas sin contenido” (Carl Jung)

“La propia ciencia está basada en arquetipos” (Carl Friedrich von Weizsacker)

“Todas las ideas más poderosas de la historia se basan en arquetipos” (Carl Jung)



La Teoría Junguiana de los Arquetipos

Arquetipos e Inconsciente Colectivo

La palabra “arquetipo” deriva del griego “arjé” (principio, origen, fuente suprema) y de “typos” (modelo, molde, forma, patrón, matriz). Arquetipo significa, en general, modelo original o forma primigenia, primordial o subyacente, a partir de la cual algo se despliega o manifiesta.

El concepto de arquetipo ha ido variando a lo largo de la historia, pero fue Jung quien edificó una teoría completa alrededor de este concepto y sobre lo que él denominó “inconsciente colectivo”.

Para Jung, los arquetipos son energías, fuerzas, patrones o formas primarias dinámicas, las unidades funcionales abstractas universales que emanan del inconsciente colectivo y que se manifiestan de múltiples formas. Los arquetipos son las estructuras esenciales y más profundas dentro de la jerarquía de la psique, los patrones universales que configuran nuestra experiencia del mundo.

El inconsciente colectivo es el deposito psíquico común de toda la humanidad, que trasciende a todas las culturas. Toda la humanidad está conectada, a nivel profundo, a través del inconsciente colectivo. El inconsciente colectivo se estructura en arquetipos. Son como el “ADN psíquico” de la humanidad. Los arquetipos son las estructuras psíquicas profundas compartidas por todos los seres humanos.

Las características del inconsciente colectivo son las siguientes: Las características de los arquetipos son las siguientes:
El proceso de individuación

Jung llamaba “proceso de individuación” al proceso por el cual un individuo consigue contactar con su esencia profunda, conciliando y armonizando los reinos del consciente y del inconsciente. Individuación significa “llegar a ser uno mismo” y es equivalente a autorrealización. Este proceso no puede hacerse por medios racionales, sino mediante interpretación intuitiva de símbolos en sueños, fantasías, visiones, etc., y mediante una técnica que Jung denominaba “imaginación activa”, un método activo orientado a establecer un diálogo consciente con las imágenes producidas por el inconsciente. Decía Hermann Hesse: “Cada hombre tiene una vocación genuina: encontrar el camino hacia sí mismo”.


Arquetipos y Unus Mundus

Decía Jung [1970]: “Es no solo posible sino bastante probable incluso que psique y materia sean dos aspectos diferentes de una y la misma cosa”. Jung, al postular su teoría de los arquetipos y el inconsciente colectivo, ya sugirió que el inconsciente colectivo podría ser también el origen de las manifestaciones del mundo físico. Pero fue su fecunda colaboración con el físico Wolfgang Pauli (uno de los fundadores de la física cuántica) lo que motivó que Jung ampliara definitivamente su visión exclusivamente psíquica con una visión unificada de la naturaleza, en su doble manifestación, física y psíquica: lo físico y lo psíquico como aspectos complementarios de la misma realidad. Es su hipótesis del Unus Mundus (del latín “un mundo”), fundamentada en la creencia de que la diversidad del mundo es expresión de una misma unidad subyacente. “Sin ninguna duda, la realidad empírica tiene un fondo trascendental” [Jung, 1970]. El término “Unus Mundus” está tomado de los antiguos alquimistas medievales, en concreto de Gerardus Dorneus, el discípulo más importante de Paracelso.


Arquetipos primarios

Jung postuló que debería existir un conjunto de arquetipos primarios o básicos, unas formas arquetípicas universales, que serían los bloques constructivos de la realidad unificada del Unus Mundus, los elementos básicos y primitivos de la realidad, que serían a la vez ontológicos y epistemológicos.

Para Jung, la estructura profunda del Unus Mundus (los arquetipos primarios) se podía representar por símbolos matemáticos, como formas abstractas sin contenido. La matemática refleja el orden del Unus Mundus. Esto explica el misterio de por qué la matemática es tan efectiva para describir el mundo físico. La matemática es la clave para entender el mundo físico y psíquico.

Jung y Pauli intuyeron que existe una identidad esencial y profunda entre lo interno (psíquico) y lo externo (físico), idea esencial fundamentada en que los arquetipos primarios son comunes a ambos reinos.

En particular, Pauli sostenía que el modelo de los arquetipos primarios debería ser la guía de toda ciencia y el principio unificador de todas las ciencias. Afirmaba que la aplicación de este modelo tendría unas profundas implicaciones, pues serían los conceptos primigenios o primordiales para la fundamentación y unificación de todas las ciencias.

Jung y Pauli pretendían unificar el mundo mediante los arquetipos primarios. Buscaban la piedra filosofal, la quintaesencia alquímica. “Conquistando” los arquetipos primarios se lograría la conciencia plena, la sabiduría, el poder, la libertad, la iluminación y la individuación. Para esta tarea, era clave identificar exactamente cuales eran los arquetipos básicos, primarios o fundamentales que estructuraban el Unus Mundus. Pero no tuvieron tiempo de identificarlos, al coincidir sus investigaciones con los últimos años de sus vidas.

Jung y Pauli buscaron para el mundo psicofísico lo que habían intentado los filósofos con las categorías, los conceptos primarios o supremos de la realidad.


El lenguaje “neutral” sugerido por Pauli

Dado el carácter universal de los arquetipos, Pauli sugirió que podría construirse un lenguaje unificado −que denominó “neutral”− que sirviera para unificar la física y la psicología, es decir, para representar tanto los procesos físicos como los psíquicos. Este lenguaje estándar, basado en un conjunto invariante de arquetipos primarios construido a partir de representaciones simbólicas abstractas de tipo matemático, serviría de fundamento de una ciencia post-cartesiana que integrara y armonizara los aspectos racionales y los intuitivos.

Para Jung, el número es un arquetipo primario, por desempeñar un papel esencial en la conexión del mundo interno con el externo y debería ser parte de ese lenguaje universal.

Para Pauli, este lenguaje debería incluir también las intuiciones matemáticas primarias, que se manifiestan en la aritmética (el infinito discreto, la serie infinita de números naturales) y en la geometría (la idea del continuo). Ambos conceptos, el infinito discreto y el continuo, serían arquetipos primarios porque hay que acudir a la intuición, porque no se pueden representar ni los podemos percibir directamente por la razón. Y también debería incluir el arquetipo primario de simetría.


Los números como arquetipos

En la última etapa de su vida, Jung se interesó por los números naturales: “Tengo una clara sensación de que el número es una clave al misterio, puesto que es algo que es tan descubierto como inventado. Es cantidad y también significado” [Jung, 2004]. Llegó a la conclusión de que el número era la manifestación de un arquetipo de orden primario: “El número podría ser el elemento más primitivo de orden en la mente humana... así que podemos definir número psicológicamente como un arquetipo de orden que se ha hecho consciente” [Jung, 2004]. Jung tenía la convicción de que el número-arquetipo era uno de los arquetipos primarios del Unus Mundus y que se refleja en la estructura y procesos de la mente y de la materia. Jung también sugirió que los números imaginarios unificaban los mundos interno y externo, el consciente y el inconsciente.

Jung consideraba especialmente importante el principio de cuaternidad. Jung describió la psique humana mediante 4 funciones: percibir, intuir, sentir y reflexionar. Este principio también se refleja en las estructuras como los mandalas, cuadrados y cruces. Y el centro dentro de un cuaternario Jung lo interpretaba como la quintaesencia. En los mandalas aparecen las formas geométricas del cuadrado y el círculo, que representan la unión de los opuestos. Jung interpretaba las estructuras cuaternarias como símbolos de la totalidad. Para Jung, los mandalas son imágenes arquetípicas del inconsciente colectivo.

El cuadrado (el 4 geométrico, o manifestación espacial de la cuaternidad) hace referencia a sí mismo, como todo símbolo y como la autoconciencia, pero en este caso en sentido literal, pues un cuadrado es potencialmente fractal porque puede dividirse en 4 cuadrados, y estos a su vez dividirse también, y así sucesivamente hasta el infinito.

Para René Guénon, el cuaternario se representa por un cuadrado (si se considera su estado estático) o por una cruz (si se le considera su estado dinámico).

Tetraktys
Para los pitagóricos, la Tetraktys (basada en el número 4) era un símbolo sagrado. La cuaternidad tiene una estructura tipo 3+1, en donde el 1 es un complemento a 3 elementos homogéneos y que produce el cierre de la totalidad. Por ejemplo, en la teoría de la relatividad, hay 3 dimensiones del espacio y el cuarto elemento es el tiempo, para crear la totalidad espacio-tiempo.

Para Platón, “el ternario es el número idea y el cuaternario es la realización de la idea”. Es decir, el 3 está en un nivel superior al 4. Este es un número terrestre, material (por ejemplo, los 4 elementos y los 4 puntos cardinales). Para la filosofía hindú, el 4 refleja la idea de totalidad.

Jung y Pauli discutían a menudo sobre el principio de cuaternidad comparado con el de trinidad. Jung creía que el orden cuaternario tiene más valor que el ternario. Pauli estaba de acuerdo con Jung en que lo cuaternario jugaba un papel esencial en la realidad. pero también creía en el poder arquetípico del ternario, de la trinidad. De hecho, estudió la posible influencia de este arquetipo en Kepler, el fundador de la astronomía moderna, al formular sus 3 leyes del movimiento planetario, en un ensayo titulado “La influencia de las ideas arquetípicas en las teorías científicas de Kepler”.

Lo que sí sabemos es que el número 3 es el número de la conciencia porque simboliza la unión y armonización de los opuestos. Así, la sincronicidad tiene una estructura ternaria, pues está formada por el arquetipo (profundo) y sus dos manifestaciones (física y psíquica). El 3 simboliza la síntesis superior de mente y materia. El ternario se halla situado en la vertical, mientras que el cuaternario se halla dispuesto horizontalmente, en el mundo manifestado. El ternario es un principio activo, intuitivo, creativo y espiritual, mientras que el cuaternario es un principio pasivo, racional y material.


Las investigaciones de Marie Louise von Franz sobre los números naturales

Dos años antes de su muerte, Jung encargó a su discípula y colaboradora Marie-Louise von Franz que estudiara los aspectos arquetípicos de los números naturales. El resultado fue la publicación en 1970 de “Número y Tiempo: Reflexiones dirigidas hacia la unificación de la Psicología Profunda y la Física”. Gracias a von Franz disponemos, en resumen, de la siguiente teoría:
El Paradigma Arquetipal, una Filosofía Unificadora

El concepto de arquetipo, que Jung presentó primero en su teoría del inconsciente colectivo, y posteriormente en su teoría del Unus Mundus, es un concepto de validez universal. Los arquetipos se manifiestan por doquier y de múltiples formas: en la literatura, en el arte, en la ciencia, en las diversas culturas, etc.

Por lo tanto, este paradigma debería ser aplicable a los diversos dominios (tanto científicos como humanistas) como filosofía unificadora de la naturaleza y de la mente., del mundo externo y el mundo interno. De hecho, se han realizado modelos arquetipales en biología, sociología, religión, física, matemáticas, informática, lingüística, arte, música, mitología, ecología, literatura, economía, política, etc. De aquí que podemos afirmar que el concepto de arquetipo es también un arquetipo (o meta-arquetipo), y que el concepto de Unus Mundus se puede considerar el arquetipo matriz de todos los arquetipos.

El paradigma arquetipal es de tipo descendente: va desde los principios generales a sus manifestaciones particulares. Es como una axiomática universal. La visión materialista del mundo es la contraria, es un enfoque ascendente: va desde los fenómenos particulares observables a las leyes generales, aplicando un proceso de inducción.

La aplicación del modelo universal de arquetipos a los diferentes dominios tiene enormes ventajas frente a otros paradigmas más o menos particulares: Frente a tales ventajas teóricas, existe el problema de encontrar los arquetipos básicos, fundamentales o primarios. Se supone que, al ser profundos, son difíciles de encontrar. Y efectivamente es así porque, paradójicamente, son tan simples y obvios, que no somos capaces de verlos. Pero una vez identificados o descubiertos, todo se vuelve más simple y claro.


La dualidad como meta-arquetipo

Del mismo modo que la conciencia humana es dual (y está asociada a los dos hemisferios cerebrales), el universo entero también tiene una naturaleza dual, estableciéndose así una analogía entre mente y universo. Esta dualidad del universo (que podemos denominar Modo Izquierdo (o Modo Superficial) y Modo Derecho (o Modo Profundo), como los modos de la conciencia humana, se manifiesta con diferentes propiedades, entre ellas las siguientes:

Modo
Izquierdo
Modo
Derecho
TemporalAtemporal
EspacialIndependientes
del espacio
RelativaAbsoluta
Causa-efectoSincronísticas
o acausales
LocalGlobal
ConscienteInconsciente
ObjetivaSubjetiva

En la antigua filosofía china, este arquetipo primario se denomina yin-yang, los aspectos universales duales, opuestos o complementarios de la realidad. Todos los demás aspectos son casos particulares de este arquetipo primario que podemos calificar como meta-arquetipo, pues se aplica a todos los arquetipos particulares. Por cierto, que el símbolo yin-yang es antisimétrico (una parte refleja la otra con el color contrario).


La simetría como manifestación de la dualidad

La simetría es una manifestación a nivel físico del meta-arquetipo de dualidad. La simetría ha demostrado ser una herramienta esencial para el desarrollo de la ciencia, y hoy día es uno de los conceptos protagonistas de la física y matemática modernas. Los dos desarrollos teóricos más brillantes del siglo XX, la teoría de la relatividad y la teoría cuántica, incorporan nociones de simetría como fundamento esencial. Decía Heisenberg: “En el principio fue la simetría”.

La simetría juega un papel esencial en la realidad. Para Pauli, la simetría es un arquetipo unificador de mente y materia.
Arquetipos en Informática

La filosofía de los arquetipos se está intentando aplicar también a la informática. En el California Institute of Technology existe un Archetype Working Group (grupo de trabajo sobre arquetipos), que está aplicando el paradigma arquetipal a la programación de ordenadores, para intentar unificar diferentes aspectos como: identificar los patrones recurrentes en los lenguajes de programación y en las técnicas de desarrollo de software; los modos de computación secuencial, paralelo y distribuido; etc. El resultado que se prevé obtener es una reducción de la complejidad en el desarrollo de software y una mayor portabilidad del software sobre diferentes sistemas. [ver en Internet “Archetype Project Homepage”.]

El ciberespacio es un producto humano y, por lo tanto, deben estar reflejados los arquetipos, lo que podría explicar la fascinación que existe por Internet y sus tecnologías. En efecto, podemos considerar arquetipos los siguientes: El objetivo de Internet debería ser el convertirse en un modelo de la mente humana. Para ello habría que utilizar los arquetipos primarios, que establecen nuestros grados de libertad y nuestra capacidad creativa e imaginativa. De esta manera, Internet se convertirá verdaderamente en la mente global.


Arquetipos en Física

La cultura occidental tradicional se caracteriza por una división implícita entre el mundo físico (objetivo, externo) y el mundo psíquico (subjetivo, interno). En esta división, el mundo objetivo ha tenido prioridad sobre el subjetivo, hasta el punto de considerar a la mente como un epifenómeno de la materia (el cerebro). Esta concepción se ha forjado en gran medida por el éxito teórico-práctico de la física clásica desarrollada por Newton y sus sucesores. Según este modelo, la realidad física está determinada por leyes matemáticas precisas. Es la concepción del universo como un reloj, como un mecanismo determinista.

Con la irrupción de la física moderna (cuántica y relativista) este modelo materialista-determinista ha sido minado, al sustituirse los conceptos físicos fundamentales por otros: Lo más importante del nuevo modelo de la realidad es que la psique o la consciencia está involucrada de alguna forma en el mundo físico.

En general, los conceptos básicos de la física (como espacio, tiempo, masa, energía, campo, onda, partícula, etc.) fueron originariamente conceptos intuitivos, ideas arquetípicas de los antiguos filósofos griegos. Ideas que fueron evolucionando y concretando hasta finalmente expresarse en términos matemáticos abstractos. Por ejemplo, el concepto de partícula elemental fue formulado por Leucipo y su discípulo Demócrito, que lo denominaron “átomo” (que quiere decir, “indivisible”).

Para Platón, los elementos primarios de la materia son los 5 poliedros regulares, los hoy llamados “sólidos platónicos”: tetraedro, cubo, icosaedro, octaedro y dodecaedro. Se cree que Empédocles fue el primero que asoció los 4 primeros a los 4 elementos de la naturaleza: fuego, tierra, agua y aire, respectivamente. Platón asoció el dodecaedro con el universo.


Espacio y tiempo como arquetipos

Todo arquetipo une lo interno y lo externo, por lo que el espacio y el tiempo son arquetipos, pues existe un espacio y un tiempo externos (objetivos), y un espacio y un tiempo internos (subjetivos). Para Kant, espacio y tiempo son conceptos a priori.
Física cuántica

Las leyes fundamentales de la física cuántica fueron descubiertas independientemente por Werner Heisenberg (1925) y Erwin Schrödinger (1926), como modelos de los misteriosos fenómenos que contradecían los fundamentos de la física clásica. El fenómeno más destacado era el de la dualidad onda-partícula. Los electrones, que se consideraban partículas, se comportaban también como ondas. La luz, que se consideraba una onda, exhibía propiedades de partículas (los fotones). Niels Bohr, para conciliar ambos aspectos, estableció el “principio de complementariedad”, según el cual ambos aspectos son mutuamente exclusivos, pero necesarios ambos para la descripción de los fenómenos de la física cuántica.

Según David Bohm, existe un “océano de energía” a nivel profundo, como fondo del universo, un fondo que no es ni físico ni psíquico. Esto corresponde al Unus Mundus de Jung. El océano de energía de Bohm es el orden implicado o profundo de la realidad, que es de tipo inmanifiesto. El orden explicado es el orden manifestado.

Según la filosofía hindú, el espacio y la materia son dos aspectos de una misma entidad: el Akasha, el nivel físico sutil o espacio profundo, el fundamento y esencia de todas las cosas del mundo material. Del Akasha surgió todo el universo, y al Akasha vuelve. Por consiguiente, según esta visión, el Akasha sería el arquetipo unificador a nivel físico.

John Wheeler ya había afirmado que, por ejemplo, todos los electrones serían manifestaciones de un único electrón arquetípico. Se cuenta que un día John Wheeler telefoneó a su discípulo Richard Feynmann y le dijo: “Feynmann, ya sé por qué todos los electrones tienen la misma carga y la misma masa. ¡Porque son el mismo electrón!”.

Existen paralelismos o analogías entre la psicología profunda y la física cuántica (algunas ya fueron descubiertas por Jung y Pauli): Se ha sugerido que el verdadero lenguaje de la física cuántica es de tipo mítico-simbólico y que el lenguaje matemático convencional no puede expresar sus extraños fenómenos, que necesita unas abstracciones más profundas. Esas abstracciones en su grado supremo son los arquetipos primarios.

La teoría de cuerdas de la física cuántica, la teoría que tiene actualmente más posibilidades de lograr la unificación de todos los fenómenos físicos, se fundamenta en un arquetipo: la vibración. Todo vibra: el átomo, las radiaciones electromagnéticas, la luz, etc. “Todo es vibración” (Hermes, Pitágoras). La cuerda es sinónimo de flexibilidad y posibilidad. Según esta teoría, todas las partículas y todas las fuerzas son diferentes modos de vibración de una cuerda primigenia y arquetípica. Cuanto menor es la frecuencia de vibración, más material (superficial) es; y cuanto mayor es la frecuencia de vibración, más profunda y sutil es. La dificultad de la teoría de cuerdas reside en su complejidad, lo que es una contradicción, pues debería ocurrir lo contrario: que fuera una teoría simple. Quizás su complejidad resida en que se está utilizando la matemática tradicional, y no una también basada en arquetipos primarios.

Una visión alternativa a la teoría de cuerdas puede ser que no exista ninguna cuerda, sino que la materia sea espacio condensado o espacio en vibración.

La vibración es un arquetipo porque es la manifestación de los opuestos, de dos estados opuestos que se suceden uno a otro en el tiempo. Se puede expresar un oscilador elemental (o vibración abstracta) mediante la expresión (x = x'), en donde ((x')' = x). Al evaluar x, obtenemos sucesivamente opuestos alternativos: x, x', x, x', x, ...


Teoría de la relatividad

La teoría de la relatividad especial de Einstein se fundamenta en un principio arquetípico: la invariancia de la velocidad de la luz en el vacío, lo que conduce a la unificación del espacio y el tiempo en la entidad espacio-tiempo, que puede considerarse un arquetipo.

El tema de la invariancia de la velocidad de la luz choca frontalmente con nuestra lógica habitual al considerar la composición de velocidades de dos objetos en movimiento. Sin embargo, puede tener una explicación si consideramos que la luz emerge de una dimensión física más profunda, donde todo está conectado: el Akasha. Al manifestarse la luz externamente, superficialmente, en nuestro universo, siempre aparece de la misma forma, independientemente de la velocidad del observador y de la velocidad de la fuente de luz.

Según la teoría de la relatividad, si pudiéramos viajar a la velocidad de la luz, observaríamos que todo el espacio se contraería y quedaría reducido a un punto, y el tiempo desaparecería. Es decir, desde el punto de vista de la propia luz, desde su propio marco de referencia, no hay ni espacio ni tiempo.

Aquí postulamos un nuevo principio de equivalencia (o de analogía), que relaciona la luz y la conciencia, las velocidades próximas a la de la luz y la interiorización hacia el espacio interior o profundo (el Akasha). En efecto, cuando viajamos a esas velocidades, el tiempo se dilata, el espacio se contrae y la masa-energía aumenta. Por lo tanto, esto es análogo a un proceso de interiorización, de ir hacia lo profundo. En el límite, si nos pudiéramos desplazar a la velocidad de la luz, el tiempo y el espacio desaparecerían y tendríamos energía infinita.

Por lo tanto, podemos afirmar como conclusión que la luz es la manifestación del Akasha. Por eso no podemos alcanzar la velocidad de la luz, porque lo profundo, el Akasha, es inalcanzable. Si lo alcanzáramos, viviríamos en el no tiempo, en el no espacio y con energía infinita. La luz es más que una metáfora de la conciencia. La luz conecta lo interno y lo externo. La luz es un arquetipo universal.

El electrón se puede considerar como luz condensada o una manifestación de la luz, pues cuando un electrón atómico desciende a un orbital más bajo, emite luz.


Hacia una “teoría de todo” basada en arquetipos

Las leyes causales, de tipo mecanicista forman parte de la física clásica. Hoy día, la física moderna busca una teoría unificada, una “teoría de todo”, una teoría absoluta que explique la diversidad de leyes particulares y las unifique en una ley universal que conecte a todos los fenómenos de la naturaleza. El paradigma arquetipal es la opción más directa para lograr esa unificación. El resultado sería una física profunda y trascendental. El filósofo francés Jean Guitton la denomina “física semántica”, una física de los significados que se ocultan tras las leyes superficiales de la física. Pero para establecer tal física profunda se necesita también una matemática profunda, arquetipal.

Las teorías científicas deben surgir del encuentro o unión de dos polos. Por un lado, de los hechos empíricos, de lo superficial, de donde surgen las leyes que se pueden expresar en lenguaje matemático. Por otro, de los arquetipos, de lo profundo, que aunque no se pueden expresar en lenguaje matemático, sí se pueden expresar sus manifestaciones en forma de leyes o patrones generales que relacionan los arquetipos entre sí.

Según Kepler, la naturaleza no solo tiene un aspecto matemático y racional, sino también un aspecto mágico y simbólico; que la facultad que percibe y reconoce formas es una facultad del alma, que no actúa de forma discursiva, racional. Decía que era como si el Sol y los planetas estuvieran integrados en un todo orgánico y viviente. Creía en el famoso principio del hermetismo “Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba”, la ley o patrón universal que rige absolutamente todo y que da unidad a todo, un verdadero arquetipo universal. Según Kepler, el sistema solar refleja la trinidad (con sus famosas 3 leyes del movimiento planetario) y a la propia mente humana.

En Mysterium Cosmographicum (El Misterio del Cosmos, 1596), Kepler asoció los sólidos platónicos a la estructura del sistema solar: cada planeta se movía en una esfera separada de la contigua por un sólido platónico. Con este modelo, creyó haber descubierto los secretos del cosmos. Posteriormente, al analizar los datos astronómicos de Tycho Brahe, desterró este modelo al descubrir que los planetas se movían en órbitas elípticas y siguiendo sus famosas 3 leyes.

Para Pauli, el proceso de comprensión de la naturaleza se basa en la correspondencia o conciliación dialéctica entre el mundo interno y el externo, y su fundamentación mediante arquetipos. Según Pauli, Kepler no solo se basó en los datos concretos de observación astronómica (que le permitieron inferir sus 3 leyes), sino también en la imagen arquetípica del sistema solar como un mandala.

Para Pauli, la física debe evolucionar hacia una física más profunda, arquetípica, y que la teoría cuántica era un avance en esa dirección. Esa nueva física sería revolucionaria y más universal, más allá de las fronteras de la física clásica o convencional.

Pero una verdadera “teoría de todo” no debe incluir solo la física. Debe ser universal. El camino de los arquetipos primarios es el mejor camino para lograrlo porque las ciencias deben unirse a través su fundamento común, y ese fundamento son los arquetipos primarios.


Arquetipos en Lingüística

Según Chomsky, existe una gramática universal e innata en todos los seres humanos: Chomsky estableció el concepto de gramática generativa. Se basa en que la forma superficial de una sentencia es inseparable de la estructura profunda que la generó. Un conjunto de reglas describe cómo se generan todas las posibles sentencias del lenguaje.

El problema de la teoría de Chomsky es: Aquí defendemos que los arquetipos primarios (universales y abstractos) también se manifiestan en lingüística: Para Chomsky, el lenguaje refleja la mente. Para Jung, los símbolos y mitos reflejan los arquetipos (los patrones inconscientes). Los arquetipos primarios permiten unificar el lenguaje y el modelo de la mente.



Adenda

Origen e historia de los arquetipos

Pitagoras fundo una escuela mística basada en la verdad oculta de que los mismos números que utilizamos para contar son los ladrillos básicos con los que se construye el edificio de la realidad.

Un siglo y medio mas tarde, Platón sostuvo que el mundo en el que vivimos no es sino una proyección imperfecta de un mundo superior ideal, más autentico y profundo: el mundo de las Ideas (o de las Formas), que constituyen la esencia y fundamento de todas las cosas, tanto concretas como abstractas (como lo bello, lo justo, lo grande, etc.). Y que nuestra alma puede recurrir a estas Ideas mediante el pensamiento porque ambos (Ideas y pensamiento) poseen la misma esencia.

Platón fue el primero que intentó explicar la naturaleza arquetípica de la realidad, pero su explicación era demasiado genérica, sin detallar la naturaleza de la estructura de la relación entre el mundo ideal y el mundo real.

Goethe creía que para lograr la sabiduría, tanto humanística como científica, había que buscar patrones arquetípicos. Debido a la influencia de Goethe, el concepto de arquetipo estuvo a punto de ser un principio dominante. Este concepto estuvo también presente en otros autores como Schiller, Schelling, Hegel, Coleridge y Emerson. Sin embargo, el concepto de arquetipo nunca alcanzó relevancia en la ciencia, aunque fue importante a nivel filosófico.

Pero el verdadero impulsor o motor de los arquetipos fue Jung. Jung reconoció que su concepción de arquetipo tenía sus raíces en las ideas de Platón, que fue el gran precursor: “... el arquetipo no es más que una expresión que ya aparece en la antigüedad y que es sinónimo de Idea...” [Jung, 2005].

Hay coincidencias entre los enfoques platónico y junguiano de los arquetipos: Pero existen diferencias: El término “arquetipo” fue utilizado por los filósofos neoplatónicos como Plotino para designar no solo a las ideas-modelo de todo lo existente (en el sentido platónico), sino también como algo de valor espiritual: un intento de aproximación a las ideas eternas del Uno (Dios). Para Plotino, la verdadera fuente de la realidad está en el Uno, del que emana el Nous (intelecto) y el mundo de los arquetipos. Es lo hoy denominamos “causalidad descendente”.

En las filosofías teístas, los arquetipos son las ideas presentes en la mente de Dios, las ideas más profundas y trascendentes. Para San Agustín, los arquetipos son el propio pensamiento de Dios, y las Ideas platónicas los modos con los que Dios concibe la realidad.


Tipos de arquetipos junguianos

Según Jung, hay tantos arquetipos como situaciones típicas en la vida: Dios, la diosa, el niño, el nacimiento, la muerte, la trinidad, la cuaternidad, el padre, la gran madre, el héroe, el viejo sabio, el diablo, el puer aeternus (la eterna juventud), el mentor, el estafador, el espantapájaros, etc. Pero hay 5 arquetipos que son los más importantes:
  1. El Ser o Self, es el centro regulador de la psique y facilitador de la individuación.

  2. El Anima es el aspecto femenino de la psique del hombre.

  3. El Animus es el aspecto masculino de la psique de la mujer.

  4. La Sombra corresponde a nuestros impulsos más primitivos, la parte inferior de la personalidad que no es asumida por la parte consciente y que, cuando cobra cierta autonomía, se convierte en un antagonista del yo.

  5. La Persona (“máscara”) es la actitud externa o manifestación superficial del individuo que corresponde por un lado a sus intenciones, y por otro a las exigencias del entorno.

Arquetipos y mitos

Según Ferrater Mora (en su Diccionario de Filosofía), un mito “es un relato de algo fabuloso que se supone acontecido en un pasado remoto y casi siempre impreciso”. Su temática es muy variada. Puede ser de tipo religioso, poético, natural, físico, psíquico, heroico, etc. Pero tras el relato se oculta un significado profundo, metafórico, esencial, alegórico, simbólico, arquetípico, paradigmático, una verdad filosófica profunda y universal, una forma de ver el mundo que trasciende el tiempo y el espacio. El mito integra imágenes simbólicas o manifestaciones arquetípicos en un esquema o modelo universal. El mito es el fundamento del comportamiento y de la cultura de los pueblos.

Existe una relación estrecha entre arquetipo y mito: A Lévi-Strauss le debemos una elaborada teoría de los mitos, expresada principalmente en su serie de obras denominadas “Mitológicas”.


Arquetipos y fractales

Se ha sugerido que los arquetipos y las estructuras fractales podrían ser sinónimos, pues los fractales tienen una relación muy estrecha con la conciencia, pues unen lo interno y lo externo, y son autorreferentes, pues manifiestan el mismo patrón en todos los niveles, que es la propia imagen fractal.

La geometría fractal es la que describe los sistemas caóticos, los sistemas de dinámica no lineal que están en la frontera entre el determinismo y el no determinismo. Son sistemas determinísticos, pero al ser altamente sensibles a las condiciones iniciales, su comportamiento es muy difícil de predecir y aparenta ser caótico.

Se ha sugerido que los llamados “atractores extraños”, que aparecen en los sistemas dinámicos complejos de tipo caótico, pueden ser patrones arquetípicos, pues representan restricciones o limitaciones de comportamiento; son irrepresentables y aparecen en sistemas dinámicos muy diferentes. Incluso se ha sugerido que los propios arquetipos se pueden considerar atractores extraños operando en la dinámica compleja de la psique.


La información no es un arquetipo primario

El físico John Wheeler, en su teoría “it from bit” sostiene que la información (el bit) es un factor profundo que se manifiesta en la realidad de los fenómenos físicos (el it): “No es irrazonable pensar que la información se asiente en el núcleo de la física, como se asienta en el núcleo de un ordenador”. Según este autor: Según el filósofo de la mente David Chalmers, la información es un candidato natural para una teoría de la conciencia, por su carácter profundo y fundamental.

La información se puede considerar un arquetipo porque une mundo interno y mundo externo, pero no es un arquetipo primario porque los arquetipos primarios son grados de libertad. La información es un concepto próximo a la conciencia, pero no es la conciencia.


El principio de exclusión de Pauli, un arquetipo de la naturaleza

Todas las entidades cuánticas se describen mediante una función de onda expresada en un espacio abstracto de infinitas dimensiones llamado “espacio de Hilbert”. Pauli descubrió que la forma de la función de onda está gobernada por un principio dual: todas las entidades cuánticas tienen una de dos propiedades que denominó “simetría” y “antisimetría”. En este sentido, las entidades cuánticas se dividen en dos clases:
  1. Fermiones. Son los constituyentes básicos de la materia. Tienen una función de onda antisimétrica y espín semientero (1/2, 3/2, …). El espín es una propiedad abstracta que se puede asociar metafóricamente al giro de la partícula.

  2. Bosones. Son las entidades cuánticas responsables de las fuerzas entre los fermiones. Tienen una función de onda simétrica y espín entero (1, 2, …).
El principio de exclusión de Pauli −descubierto en 1925, y por el que recibió el premio Nobel en 1945− establece que los fermiones están gobernados por un principio de simetría: no puede haber dos fermiones en el mismo estado cuántico. En cambio, los bosones están gobernados por un principio de antisimetría: pueden compartir el mismo estado cuántico, lo que permite agruparlos en un solo estado cuántico, como en el caso de los lásers, los superconductores y los superfluidos.

En un átomo los electrones se tienen que distribuir en diferentes niveles energéticos. Gracias a este principio: 1) existen los diferentes elementos químicos de la tabla periódica; 2) hay estabilidad en la materia, pues las moléculas no pueden aproximarse arbitrariamente entre sí, porque los electrones ligados a cada molécula no pueden estar en el mismo estado que los electrones de las moléculas vecinas.

En este esquema, existen dos arquetipos. En primer lugar, el arquetipo de simetría-asimetría, que se manifiesta en los dos tipos de simetría que exhiben las entidades cuánticas. En segundo lugar, hay un arquetipo de orden (no físico) que gobierna los patrones que pueden formar las entidades cuánticas.

La visión de Pauli del papel esencial desempeñado por la simetría en la naturaleza, le condujo a predecir (en 1930 la existencia de una nueva partícula, el neutrino, que fue descubierta 25 años después.


Bibliografía